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La muerte enamorada

Por David Pérez Rodríguez

Entró con prisa a su casa, eran las 12:45 del mediodía. Tendría solo media hora de almuerzo si quería descansar quince minutos, pues debía regresar al trabajo y continuar con ese proceso. No quería llegar tarde, su sistema de medición había arrojado buenos pronósticos en la prueba piloto, ahora se encontraba en la fase de evaluación que daría cuenta del verdadero impacto en los indicadores de productividad de la empresa. Él es  uno de los convencidos de que la actitud prima sobre el conocimiento técnico. Bajo esa concepción, había pasado meses desarrollando un sistema de gestión por competencias con un enfoque humanista, que venía dando de qué hablar gracias a los resultados positivos que había arrojado hasta el momento. Hoy era la prueba reina, realizar la evaluación de desempeño del proceso de selección masivo efectuado anteriormente bajo el modelo humanista.

-Está listo el almuerzo- le dijo su madre, mientras sirvió el jugo en la mesa. Él, apurado, se sentó. La sopa aún estaba muy caliente para su gusto. Empezó a revolverla con la cuchara para que enfriara. El televisor estaba encendido en el canal de las noticias del mediodía, que empezaba con su resumen. Él continuó cuchareando la sopa, miró su seco -odio el pescado- Se dijo mentalmente, pero ya no había tiempo, – tocó comerlo- Pensó de nuevo, mientras al fondo, el resumen de noticias recogía la muerte de un hombre reconocido de la ciudad a manos de su esposa quien lo envenenó y posteriormente lo apuñaló 17 veces.

– Hay gente muy loca- exclamó la madre al ver la noticia – ¿cómo una mujer puede hacer eso?, eso no es amor, ¿ hacerle daño a la persona que ama y afectar los hijos? Está loca-

Recordó su etapa de práctica en la universidad tres años atrás. Recordó el consultorio que le asignaron y la “pequeña casa grande” para tratar a los niños, los problemas intrafamiliares, las querellas entre vecinos y todo un repertorio de conflictos sociales que caracterizaban su ciudad. De aquel psicólogo clínico y psicoterapeuta ya no  había mayor rastro, con el tiempo había volcado su interés hacia la psicología del trabajo y las organizaciones. En las noticias aún continuaban con la información del asesinato,  escuchó que  habían capturado a la esposa, la presunta homicida, y que, mientras era custodiada por la policía y acosada por las cámaras de la  prensa, exclamó:

-Peregrina insular en la vida y en la muerte-

Repentinamente, sintió un hormigueo que recorrió su cuerpo, muslos paralizados, no podía moverse y un brote macular comenzó a esparcirse por su cara, sintió que no podía respirar y cayó del asiento. Vomitó con fuerza, sin tener mucho espacio para tomar aire, hasta que se desvaneció completamente. Su madre corrió en su auxilio mientras su padre, absorto, tomó el teléfono para llamar a la ambulancia.

**

Caminaba dichoso hacia su lugar de práctica, era su primer día. Le había costado mucho obtener el convenio entre la universidad y el complejo judicial, mucho trámite administrativo, ires y venires. En el fondo sentía que ese trabajo lo debía hacer la universidad, pero al fin de cuentas, ya tenía sitio de práctica. Era lo único relevante en ese momento, definitivamente era mucho mejor, había sido rechazado en otras plazas de práctica porque no cumplía con los requisitos o porque no había cupo, su miedo a no tener cara de “profesional” lo agobió algunos días, pero ya estaba resuelto. Llegó a la portería, esperó a que fuera su turno de requisa y prosiguió con aire triunfalista.

– Son las 8:30 am, y su ingreso es a las 8:00 am- Le reclamó el coordinador de práctica, -espero que tenga una excusa válida para explicar su retraso-.

– Buenos días profesor, es que la entrada  es un poco complicada acá, había muchos controles en el primer piso por parte de la policía-

–  ¿Y cómo yo sí llegué más temprano? Voy a reportarle su retraso-

– Bueno, señor-

–  Evite llegar tarde, que sea la última vez que ocurre-

– Sí, señor-

–  Hoy es su primer día de práctica, recuerde que hasta que la coordinación de prácticas revise toda su documentación, no puede realizar intervención psicológica ¿está claro?-

-¿Cuánto demora ese tiempo para que me autoricen hacer consulta?-

-¿Ya compró las pólizas?-

-Sí, señor-

-¿Se las entregó a la secretaria?-

-Sí, señor-

-Bueno, más o menos en una semana se le da el visto bueno, esté pendiente-

-Y mientras tanto qué hago-

-¿Cómo así que qué hace? Reconozca el lugar, caracterice la población que asiste a este sitio, conozca las diferentes áreas, tiene mucho por hacer, pero no tiene permitido hacer consulta, ni acompañamiento, ni nada de ese estilo, ¿le queda claro?-

-Sí, señor-.

El coordinador se retiró. Pocos minutos después, la directora de la institución se le acercó.

-Buenos días, ¿preparado para tu primer día de trabajo?-

-Buenos días, sí señora- sonrió él plácidamente.

–  Qué bien, hay mucho por hacer y llevaba muchos meses detrás de un apoyo psicosocial, la mayoría de problemas acá tienen un origen psicológico, y tú eres la persona perfecta para este trabajo, acompáñame te llevo al consultorio que hemos acondicionado para ti-.

Caminó detrás de ella, la siguió por las escaleras, había mucha gente, especialmente mujeres y niños. Subieron  hasta el tercer piso, cruzaron a la derecha, él empezó notar distintas oficinas en el mismo piso: Comisaría de Familia, trabajo social, fiscalía seccional y fiscalía local. La directora se detuvo justo en una oficina al lado de la fiscalía local, abrió la puerta dando paso a una especie de salón grande, al fondo un escritorio sencillo y tres sillas Rimax, a la derecha observó una pequeña casa gigante de colores.

-Esta es tu oficina, ¿qué te parece?, con el tiempo podemos ir acondicionándola mejor-.

Él fijó su atención en la casita de colores.

-A través del juego los niños pequeños pueden expresar más fácilmente si han sido víctimas de acoso sexual, o eso dijo una psicóloga experta, por eso la casa. ¿Qué te parece la oficina?- mencionó ella.

-Está muy bien para mí-.

-Si crees que hace falta algo, me avisas y lo gestionamos-.

Sonó el uso de un teclado.

-Tienes de vecinos a la fiscalía local, ellos se encargan de todos los casos de violencia intrafamiliar y violencia de gen….

-¡Dime que ya tenemos nuestro psicólogo!- interrumpió una mujer que ingresó al nuevo consultorio con paso apurado.

– Acá lo tiene mi doctora, se lo presento- replicó la directora

-Ella es la fiscal local encargada de este distrito- replicó de nuevo la directora.

-Encantado- respondió él.

-Tengo a la esposa del magistrado en mi despacho- comentó la fiscal.

-¡Ay!, ¿cómo así?, entonces sí fue cierto lo de la golpiza- exclamó la directora.

-Sí, y bien jodida que la dejó, medicina legal hizo la valoración y tiene fracturado el tabique, por eso vengo en busca de este jovencito, para que nos ayude con este caso- dijo,mientras dirigía su mirada hacia él.

-Creo que eso no se va a poder, él tiene que esperar la autorización de la universidad para poder hacer consulta, ¿cierto?- preguntó la directora.

-Venga, pero al menos ayúdeme con este caso, escúchela no más y listo- dijo la fiscal.

Él, tímido, se decidió por replicar con una sonrisa nerviosa:

-Claro que sí, yo la atiendo con mucho gusto-

Sabía que no debía hacerlo, pero su irresistible debilidad por enredarse la vida lo encaminó a aceptar aquella propuesta.

-Venga lo pongo al tanto de la situación, ella es la esposa del magistrado, por si no lo sabe. El magistrado es un referente jurídico no solo en esta ciudad, sino en todo el país, un gran profesor, todos lo conocemos como magistrado o como docente. En fin, es un hombre reconocido y viene de una de las familias más prestantes de la ciudad. De él siempre se ha dicho que es un lobo con las mujeres y, de un tiempo para acá, se rumoraba que era violento con su esposa, la gritaba, insultaba y la humillaba, pero ella ha guardado silencio respecto a esa situación. Hasta que la semana pasada fue remitida de urgencias a la clínica, donde el médico que la trató reportó que las heridas y demás lesiones eran producto de violencia doméstica. Entró medicinal legal, constató lo emitido por el médico y fue remitida a la fiscalía local para instaurar la denuncia-.

-¿Pero la señora está en condiciones físicas de hablar conmigo? Preguntó él.

-Sí, ya están atendidas sus lesiones, yo creo que más que una denuncia ella necesita apoyo psicológico, alguien que la escuche y le dé ánimos para salir adelante, con la denuncia no va a lograr nada, atiéndala y más bien me cuenta qué le dice- replicó la fiscal.

A él le pareció ver poco ánimo en la fiscal para tramitar la denuncia, pareciera como si estuviera más escandalizada por tener a la esposa del magistrado en su despacho que por lo que este último le había hecho a su mujer. Tuvo la impresión de  que la fiscal pretendía usarlo para obtener más información o, incluso, aspectos confidenciales que pudieran salir en la consulta. -No, definitivamente no voy a hacer eso- pensó él, recordando que el secreto profesional es la actitud  más sagrada en el ejercicio de la psicología.

-Dígale que siga por favor- le dijo él a la fiscal.

En un minuto ingresó a lo que sería  su futuro consultorio una mujer de unos 37 años, de tez blanca, delgada y con un vestido blanco que le recordaba la luz de la luna llena. Llevaba una pañoleta luciéndola en el cuello y olía a una fragancia parecida al  jazmín. A él le pareció que brillaba esa mujer. También notó que su rostro estaba atravesado por una venda blanca, su nariz cubierta por un apósito y ambos ojos lo suficientemente hinchados como para no saber a ciencia cierta hacia donde dirigía la mirada, el aspecto de su cara contrastaba con la delicadeza y esbeltez de su cuerpo y de su aroma.

-Mucho gusto seré su psicólogo en adelante.- Extendió la mano hacia la mujer.

-Gracias- respondió ella, evadiendo el gesto del saludo, dejándolo con la mano extendida.

-Nosotras nos retiramos, la dejo en buenas manos- le dijo la fiscal a la mujer e inmediatamente se retiró del consultorio en compañía de la directora.

***

Ya de salida del complejo judicial y caminando calle abajo hacia el paradero de la quinta a esperar el bus para la vuelta a su casa, se preguntaba si era posible la existencia de un amor a los golpes -¿Qué acto romántico podría justificar semejante reciprocidad entre el amor y la violencia?- Por un momento pensó en los Montesco y los Capuleto. Pero no, eso no era violento en absoluto, solo era un amor prohibido producto del odio entre  familias. Los amantes no tenían un “amor violento” entre ellos, distinto fue su final. También recordó los versos del poeta maldito, amante del corazón delator, mencionando lo abominable de la mujer natural y su atroz forma de llevar al hombre al irremediable camino del sadismo, en el que la amada y su amante también juegan a la vez un rol de víctima y victimario. Quizás sería mejor valerse de los argumentos psicológicos y sociológicos que explican dicha relación, al fin y al cabo estudió para eso: Egocentrismo, baja autoestima, narcisismo, psicopatías, violencia transgeneracional, el sexo débil y el problema del género, la sumisión, el esclavismo. Todo podría explicar la relación, pero ninguno en concreto planteaba una solución.

¿Acaso la lógica aristotélica podría ayudarle a ver con mayor claridad este enredo?, ¿por qué tendría que tocarle un caso de violencia intrafamiliar para debutar en su profesión?, ¿por qué no le tocó algún caso relacionado con hiperactividad, pautas de crianza o algún hijueputica que no hace caso al profesor como sí les tocó a sus demás colegas compañeros?, ¿por qué tuvo que interesarse en el caso que traía la fiscal local? Solo bastaba con decirle que no podría atenderle el caso porque era su primer día y  aún no se encontraba amparado con su póliza, tal como  lo subrayó vehementemente el coordinador de prácticas de la universidad -se cuestionaba él-. Bueno, para esta última pregunta sí que tenía respuesta, un histórico y constante desacato pasivo a las normas y a la autoridad han sido ejes transversales en su vida, “me gustan los problemas, no existe otra explicación” como diría una canción.

Mientras atravesaba el semáforo de la calle quinta, escuchó a lo lejos las notas del tango “Por una cabeza” en la interpretación de Astor Piazzola. Le llamó la atención escuchar aquella música en aquel lugar, por demás  inusual en  una ciudad tropical de salsa, bala y cabaret. Recordó la historia de Piazzola, señalado de ser el destructor del tango por los más puristas arrabaleros argentinos en los años cincuenta del siglo pasado, arrabaleros que veían la realidad de un solo tono. Sorpresa para estos últimos si vivieran hoy y supieran que Piazzola es icono del tango en el mundo, ¡vueltas del mundo y su sarcasmo!

-¿Pero quién soy yo para señalar que la violencia hacia la esposa en nombre del amor no es amor?- Se preguntaba de nuevo -¿Quién soy yo para juzgar que los golpes en su cara y sus demás lesiones en el cuerpo no son productos del amor? Tal vez la paciente tenga razón en afirmar  que los golpes son las expresión del más puro amor y no sea tan malo como los demás lo vemos, quizás ni siquiera sea malo, ¿por qué no? ¿Seré uno de esos argentinos arrabaleros puristas y conservadores que ven la realidad de dos colores?- Continuaba con sus reflexiones, mientras observaba acercarse el bus con la ruta que lo llevaría a su casa.

****

-La soledad es la miseria humana. Usted no tiene idea alguna cuán desgraciada me siento cuando él no está, soy un ente insular y los humanos no somos pedazos de tierra aislada, no resisto tan bien la soledad como los golpes de mi marido -sus labios hinchados esbozan una mueca parecida a una sonrisa-, al fin y al cabo siento que son merecidos. Entonces, usted se preguntará: ¿Qué hago aquí?  Solo quiero que entienda que busco una alternativa para mejorar la relación con mi esposo, lo cual no quiere decir que la relación esté mal. Sea cual sea su opinión, sepa usted, y téngalo muy claro, que la relación con mi esposo seguirá adelante así usted,  su informe y su ego digan que no. Una razón para mantenerme junto a él es poder contar con un padre y una madre juntos para los hijos, que ellos  crezcan con un padre al lado es muy importante. Además, debo cuidar el lugar que tengo junto a él, que nadie me confunda con la amante, o la moza, lo cual es problema suyo si las tiene, mientras él se cerciore de que las demás personas sepan que yo soy su esposa, todas las cosas están donde deben estar. Ese es el lugar que me merezco y lo mantendré de la manera que sea, así me cueste las heridas que usted ve en mi cara.-

-No entiendo qué le mortifica, ¿cree que los golpes de su esposo son producto del amor? ¿Qué entiende usted por amor? Preguntó él.

-No se haga el ingenioso conmigo, sé perfectamente cómo son ustedes los universitarios, salen a la calle a querer cambiar el mundo cuando en realidad los que cambian son ustedes y no logran darse cuenta de que hasta su forma de sentarse cambia, sus expresiones, gestos y ese lenguaje tan, tan, rimbombante pero tan inútil, lleno de falso altruismo y mucho clasismo. Creen que lo saben todo, pero ni de la nada saben, porque aunque no lo crea, de la nada también hay que saber y de una vez le digo, no empiece con pendejadas de traumas en la infancia ni problemas con el inconsciente, tuve una niñez muy feliz y me encuentro muy lejos de ser una histérica.

-¿Eso cree usted de mí? Qué interesante, cuénteme más- murmuró, mientras llevaba su mano izquierda con el índice extendido hasta tocar la comisura sus labios, proyectando la actitud de un erudito reflexionando al puro estilo dialéctico, al mismo tiempo que en su cabeza no hacía otra cosa que repetirse una y otra vez: ¡Qué gonorrea, parce! Sabía que lo que decía la mujer era cierto.

*****

-Buenos días- exclamó él.

-Buenas noches- reclamó ella haciendo un ademán de desaprobación mientras consultaba su reloj de pulso.

–Me disculpará el retraso pero las obras que están haciendo en la quinta obligaron al bus tomar un atajo que me perjudicó, por eso la hora –

–No importa, le creo, mire como suda- Respondió ella, mientras se quitaba la pañoleta que exhibía en su cuello. –Supongo que no trae pañuelo- Prosiguió, mientras le extendió la pañoleta a la altura de su mano izquierda. Él se detuvo, no estaba seguro de recibirla, no sentía que fuera apropiado, pero por otro lado, temió que  ella pudiera tomarlo como una descortesía. Abrió su mano y recibió el pañuelo mientras le indicaba que siguiera hacia el consultorio. Ya adentro, y ella notando que  él aún continuaba con el pañuelo en la mano y que su sudor no paraba, señaló al pañuelo y exclamó –Se lo pasé para que lo use, ¿le da asco?-

-No, solo es mientras me acomodo; listo, ya está-  evitó darle mucha importancia al último comentario de la mujer.

-¿En qué habíamos quedado en nuestro encuentro anterior? Ah sí, en la cena que tuvieron en Dapa y el problema con la pérdida de su chaqueta de cuero, ¿al fin se pudo encontrar?-

-No, se perdió pero no fue impedimento para hacer lo que hicimos-

-¿A qué se refiere?-

-En Dapa había, bueno todavía hay mucho paraje solo, nosotros subíamos a hacer travesuras, jejeje-

-¿De qué tipo?-

-¿Sabe? Últimamente me siento muy enfocada en venir acá a hablar con usted, le he comentado a mis amigas de lo que estoy sintiendo en esta terapia-

-¿Quiere que hablemos sobre eso?-  musitó sospechando que la mujer quería darle un giro al tema inicial de conversación.

-¿Sabe qué es lo rico? Cuando una se siente motivada por ir a algún lugar, por verse con alguien, es algo que hace rato no sentía.-

-¿No veía hace mucho a sus amigas?-

-Sí, también era porque hace mucho que no las veía. En fin, me siento más liviana, más libre, respiro mejor y estoy más tranquila. De hecho, anoche él no llegó a la casa y no me importó, en otros tiempos estaría descompuesta y muerta de ira, pero anoche no, incluso llegué a desear que no llegara a la casa para que no me interrumpiera. Creo que sentirse así es de lo mejor-

-¿Puedo saber qué estaba haciendo y qué no deseaba que él la interrumpiera?-

-Ah sí, varias cosas, pero sobre todo quería sentirme libre de su olor y de su presencia, mi estado de ánimo anoche tenía un ímpetu que no se imagina y él no tenía cabida en esa felicidad que me rodeaba. Quería darme amor yo misma-. Suspiró profundamente y continuó-. Solo quise disfrutar de ese momento, decidí no amargarme y sacarle el mejor partido a la situación, pensar en mí y lo que deseo con tanta pasión.-

-La soledad con frecuencia propicia que tomemos conciencia acerca de la importancia de valorarse y quererse uno mismo. El amor propio es fundamental para comprendernos y no recriminarnos-

-Creo que no ha entendido muy bien a lo que me refiero por darme amor propio, doctor-

-Explíqueme bien, entonces-

-Desde hace muchos años he estado en función de mi marido, todo mi mundo ha girado en torno a él, hasta ahora me doy cuenta de que mi identidad se ha nublado por intentar ser lo que él quiere que sea, hasta ahora siento que estoy respirando un aire propio, hasta ahora he sentido cosas que hace mucho tiempo no sentía, he sido ciega ante la existencia de otras experiencias, de otros hom…  …personas… y eso me encanta. ¿Usted qué haría, doctor, si en su cabeza se empieza a meter con insistencia la imagen de una persona prohibida convidándola al placer? y que esa persona ni siquiera sospecha de las cosas que me imagino con ella. Siniestro, ¿no?-

-Se refiere usted a …-

-Pero no confunda, a pesar de todo soy una mujer casada y devota de su marido-

-Pero me insinúa usted que otro hombre ronda su mente-

-Así es, desde hace unos días para acá viene sucediendo. Y es extraño, esa persona al principio me disgustaba, me parecía un bobo, un pobre diablo, parecido al presidente que tenemos- Sonríe- Sin pantalones. Y hoy, es quien alienta mis pasiones-

-¿Se refiere al hombre de sus pensamientos?-

-Sí, no sé por qué ese hombre me pone a sudar y, le digo, me fascina cuando mi mente se imagina tantas cosas con él-

-Por esa razón usted mencionó que no quería que llegara anoche su esposo, ¿para no interrumpir su imaginación?-

-Así es, no quiero que me interrumpan semejante delicia-

-¿Ese hombre existe?

-Digamos que es una mezcla de varios hombres que conocí, pero hay uno en especial que es en él que más me he inspirado aunque no lo conozco muy bien-

-Y qué se imagina, si puedo saberlo-

-Mmm, bueno, me lo imagino todo dentro del lugar en común que tenemos, los dos solos, de un momento a otro se me va acercando lentamente, a tratar de hablarme algo al oído y yo, aprovechando el acercamiento, rozo, “sin intención”, mis labios en su cuello, él se contrae, intentando retirarse, pero ya es tarde, está en mis dominios-

Ella se levantó de su puesto y se acercó al psicoterapeuta, tomó el pañuelo que le había extendido minutos antes y que él había dejado justo al lado suyo, y empezó a secarle la frente haciendo movimientos lentos y suaves sobre su frente y su rostro.

-Mis músculos se contraen y mi respiración se entrecorta, pero noto que él también presenta estos signos, suda vigorosamente sin saber qué hacer ciertamente, yo empiezo a acariciarle lentamente el rostro como lo estoy haciendo en este momento con usted y veo que de nuevo está usted sudando- Le susurró ella al oído con su rostro y su cuerpo muy cerca del psicólogo.

Él, desesperado, era consciente de que la situación se le salía de las manos. Solo escuchar el relato de su paciente, había  generado cambios abruptos en su cuerpo, sentía un calor inmediato que le invadía, sintió firmeza en sus músculos y cierta tensión en sus miembros inferiores. Ella, por su parte, había hecho lo suyo, había traspasado el escritorio, se había recostado sobre el brazo de la silla rimax donde se encontraba el psicólogo. Ya no solo acariciaba su rostro, sus manos se posaban sobre el pecho y el abdomen del hombre. Él, a su vez, tenía tan cerca el cuerpo de su paciente que notaba como subían y bajaban sus pechos firmes y maduros, este movimiento producido por su agitada respiración, le invitaba a colocar sus manos sobre ellos y acariciarlos hasta llevarlos a su boca seca pero deseosa. Ella notó el estado alterado  del psicoterapueta y acercó sus labios a los de él, y justo en ese momento, se le escuchó pronunciar la palabra “basta…”

******

Qué cantidad de cosas habían pasado en el último año, estaba por terminar su práctica profesional, y muy al contrario de lo que se espera cuando se finaliza un proceso como este, él sentía que había aprendido menos, ya no se sentía seguro de saber algo.

-Por favor, verifique que cumpla con los horarios, verá usted que con el tiempo interiorizará la forma de distribuir sus tareas- le indicó él a una madre finalizando la consulta.

-Muchas gracias, nos vemos la próxima sesión, ¿cuándo es?-

-Es de este viernes en quince días-

-Feliz día-

-Hasta luego- respondió él, mientras cerraba la puerta del consultorio. Regresó a su escritorio y anotó la programación de la sesión, pensó en él caso que acababa de atender. Una madre queriendo enseñarle a su hijo las reglas de la vida, a él no se lo ocurrió otra cosa que implementar el ya recurrido modelo del premio-castigo. Le pareció que los humanos aprenden igual que los perros, -cuánta razón tenía Pavlov- Se dijo. Solo era cuestión de dedicación y paciencia para formar el molde de cada hombre o mujer, ¡adiestrarlo! Le pareció repugnante esta última palabra. Llegó a la conclusión de que el adiestramiento del hombre era una instrumentalización banal de su propósito de vida – seré siniestro… como mi zurdera- pensó él, intentando desvirtuar el adiestramiento en un juego de palabras. Sin embargo, no podía desconocer que ese adiestramiento estaba dando los resultados esperados por la madre, podría decirse que la terapia estaba funcionando aunque para él significara que estaba ayudando a moldear miserablemente la vida de otro ser humano.

-Entre más aprendo menos sé- se dijo. Ya no se encontraba seguro de nada, ni del conocimiento, ni de la la espiritualidad, ni de la psicología, ni del amor. Llegó a su cabeza el recuerdo de la esposa del magistrado, habían transcurrido cuatro meses desde la última consulta, había evitado reflexionar al respecto de ese caso, sabía que algo le había tocado en su interior, tomó la decisión de huir de aquel recuerdo. Pero lo que desconoció al hacerlo, fue que al evitar enfrentar este pensamiento solo originó el acoso inexorable de su consciencia. “Se puede huir, pero no se puede ignorar que se huye”, pensó. Recordaba muy bien la última consulta, ella había asistido con una vergüenza notable debido a los hechos ocurridos en la sesión anterior, se disculpó por ello y le confesó que él era el protagonista de sus deseos y que estos aún rondaban por su cabeza. Reconoció que se sentía avergonzada, pero mucho más liberada de todo, incluso, del hecho de culparse siempre, de sentir lo que sentía por otro hombre, y que este hombre fuera su psicólogo. Él, para manejar el asunto de la vergüenza intentó explicarle que era normal que en los pacientes afloraran ese tipo de sentimientos en un proceso psicoterapéutico, que eso se llamaba transferencia y que incluso podrían afectar al psicoterapeuta, lo cual se denominaba contratransferencia.

Recordó lo bella que se veía ese día sin golpes ni hinchazones, pensó en lo que hubiera podido pasar si no le hubiera interrumpido su táctica de acercársele con el pañuelo. De una vez aceptó que lo que lo motivó a suspender este acercamiento no fue el autocontrol ni la racionalización de las emociones, tan mencionadas como las habilidades del psicoterapeuta en la consulta, como sí lo fue el miedo. Aceptó que fue presa del pánico en aquel momento y que interrumpió la situación por temor a que los vieran o los escucharan -Al fin de cuentas, tenía de vecinos a los fiscales, lo cual no era el mejor estimulante- y que había fallado la racionalización de sus emociones como mecanismo de control, mientras que  en su interior solo quería poseer a aquella mujer. También recordó que ella le dijo que era  a la última sesión:

-Creo que mi marido está metiendo sus narices en esto y está averiguando quién es el psicólogo que me esta atendiendo para saber de qué lado está él, por eso no volveré-

A pesar de que él le insistió en la conveniencia de continuar con las sesiones, ella se mantuvo en su posición de no regresar, y añadió:

-La única manera que encuentro para que podamos seguirnos viendonos, es en otro lugar y en otro horario, algo más privado-

Al escuchar esta propuesta, él volvió a sentirse presa del pánico y la  rechazó con bastante dificultad, era tentadora, pero en un último esfuerzo producido por su razón pudo mantener su postura.

-Es su decisión doctor, me hubiera gustado seguir contando con usted, siento que es una excelente compañía en este viaje, pero continuaré con mi recorrido, siento que estoy conociendo tierras extrañas. Usted me ha ayudado a ver más allá de lo que ofrece la vida y me encantaría que estuviera a mi lado, pero entiendo que en este viaje  soy una peregrina-

Y sin más, se marchó. En el complejo no se escuchó más de su caso. La fiscal no preguntó por el proceso nunca -un alivio para él- y el transcurrir de los días y la llegada de otros pacientes, fueron dejando a un lado la historia, pero no la experiencia y el vacío en el psicólogo que habrían de acompañarlo hasta algunos años después.

******

Ocho horas después, en el área de observación del hospital, él volvió en sí. Lo primero que vio fue el rostro de su madre quien advertía a los demás que estaba despertando. Cuando logró abrir sus ojos completamente, apareció el médico delante suyo y le dijo:

-Bienvenido, todos sus exámenes salieron bien, creemos que tuvo una reacción alérgica al pescado. Continuará en observación en las próximas doce horas, si no hay una manifestación anormal en ese periodo de tiempo, autorizaremos su salida-

Él sonrió en señal de aceptación, pero sabía perfectamente qué le había ocurrido, sabía que todo esto tenía una explicación que se remontaba a tres años atrás. Sí, ella había continuado su peregrinación y había encontrado muchas respuestas a sus preguntas, una de ellas consistió en darle mayor valor a lo inmaterial que a lo material. Hizo precisamente eso: transformó el objeto de su amor de la carne al espíritu en un plano insustancial.

De nuevo sonrió para sí y exclamó a viva voz:

-¡Maestra!- mientras se reía sin parar, sabía que no tendría otra oportunidad de volver a ver a quien le mostró el amor a través de  la ira y la lujuria. La muerte roja. La muerte apasionada.

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